martes, 1 de mayo de 2018

Yo, Daniel


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Por mi cumpleaños Daniel me regaló un reloj. El regalo, en realidad, fue conjunto por parte de Daniel y sus padres, pero digo que me lo regaló él, porque fue quien decidió el regalo: un reloj, insistió. Su madre le propuso algunas opciones y él se pronunció con empecinamiento. Abrimos juntos la cajita. No sé quién estaba más contento, si yo, por el regalo y por saber que lo había elegido Daniel con tanta determinación, o él.

Hace unos días fue el cumpleaños de Rocío, una amiga y compañera de colegio de “toda la vida”. Daniel le llevó un regalo personal, con su rosa y todo. Vimos fotografías de la fiesta en el cole. No sé quién estaba más contento, cuando Daniel le entregó el regalo a Rocío. Yo creo que Daniel.




He elaborado una conclusión “muy de tía”, lo reconozco, aunque yo pienso que tengo razón. La alegría de Daniel al entregar los regalos, no sólo se debe a que, desde siempre, le guste mucho abrir envoltorios, descubrir lo que contienen, y sumarse a casi cualquier momento de celebración y diversión con que se tope. Creo que tiene que ver con su decidida toma de conciencia del “yo”. Me explico. Creo que tiene que ver con reconocerse a sí mismo como persona actuante, capaz de una comunicación personal tan importante como hacer un regalo a alguien que quiere, con sentirse reconocido por quien lo recibe, ser parte de una relación en la que no sólo es receptor, sino que él también da algo “materialmente” (no le diremos cuánto nos da emocionalmente, cuánto hemos recibido desde siempre de él, para que no se lo crea demasiado…, que a ese nivel es un “tipo con peligro”, ja, ja…).

La semana pasada la tía llevaba puesto el bonito reloj rojo que le regaló Daniel. Le dije, mira, mira, que reloj tan chulo tengo, ¿quién me lo ha regalado? YO, fue la rotunda respuesta de Daniel. Yo, un pronombre que no había verbalizado hasta hace muy poco. Hasta hace unos meses, no muchos, cuando Daniel se refería a sí mismo lo hacía por su nombre y en tercera persona. Si le preguntabas, por ejemplo, (disculpad mi devoción): ¿quién es el tipo más guapo del mundo? El, con cierta coquetería chistosa en la expresión, decía “Daniel”. Repetí una vez más la pregunta no hace mucho. YO, fue su respuesta, antes de soltar una carcajada, traducción de “si tú lo dices tanto, va a ser al final verdad”.




Nombrar es fundamental. Nombrando emitimos un mensaje que actúa como un espejo en el que reconocernos y reconocer lo que nombramos. Nombrar es gestionar realidad. Por eso, creo yo, a esta capacidad pronominal por parte de Daniel le ha ido acompañando una cada vez más definida toma de iniciativas propias. En muchas cuestiones, ya no espera a que se le proponga una actividad, una tarea, una distracción … Daniel pide, reclama, elige por iniciativa personal. Hace valer su YO. Otro gran paso para todos.

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