martes, 5 de junio de 2018

Adrián


Adrián aparece en un montón de las fotos que tenemos de todos los años de colegio de Daniel. Han sido amigos desde el principio. El nombre de Adrián fue una de las palabras que primero pronunció Daniel. Han sido colegas. Cuando ayer me llamó Inma, ninguna de las dos pudimos evitar el llanto. A través de Daniel, aprendimos a querer a Adrián.

Cuando empezó esta forma de vivir junto a los chavales con diversidad  funcional, cuando llegó Daniel, recuerdo que en el foro Hijos-ES había una discusión recurrente. Un adulto con parálisis cerebral siempre abroncaba a los padres con hijos pequeños, muchos de ellos, como Daniel, recién diagnosticados, cuando mostraban su preocupación por los síntomas, por los problemas médicos que tenían o podrían tener los chicos. Argumentaba -y con razón- que la parálisis cerebral no es una enfermedad; recuerdo bien que decía que aquellos padres lo medicalizaban todo. Se enfadó tanto que abandonó el grupo. Siempre me pareció injusta su posición para con aquellas familias recién llegadas a la diversidad funcional, con hijos con muy diferente grado de afectación, y algunos de ellos con consecuencias físicas graves. Padres y madres asustados. Padres y madres combativos hasta la extenuación por sus hijos tanto en lo personal, como en lo social. Padres y madres que sólo buscaban una forma de mejorar las condiciones de vida de sus hijos, como cualquier padre y madre.

Cuento esto para ponerle un poco de distancia a la  tristeza.  A la enorme tristeza porque Adrián se ha ido. Porque no sabemos aún cómo vamos a gestionar tristeza y dolor con Daniel. Y porque pensamos mucho hoy en sus padres también, en sus compañeros y en sus profesores.

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