Aquí veis a Daniel probando hace unos días una silla
nueva. Si le preguntas si quiere silla nueva dice que no, supongo que porque
ahora a todo contesta que no. Es lo que toca. Sin embargo, le cambiaba la cara
al probar la silla nueva, se le notaba muy a gusto sentado en ella, bien
colocado y cómodo. La verdad es que su silla actual se le ha quedado pequeña
antes de lo previsto. Estas sillas ortopédicas presentan por lo normal asientos
y respaldos que recrecen, al estirar la estructura del chasis, hasta una cierta
medida. Esta vez a Daniel la silla le ha venido a durar tres años justos. Estas
fotos que os mostramos a continuación, además de ser simpáticas, sirven para
calibrar la velocidad a la que su silla “se ha encogido”. Una es de la sesión
de adaptación de la silla en la Ortopedia, o sea el primer día que se sentó en
ella hace tres años. La otra de hace unas semanas, en Carnavales. Se ve claramente como la pobre silla ya no
puede con Daniel, que por otra parte la ha vapuleado y maltratado como
corresponde a un adolescente.
En fin, el aumento
de estatura y complexión de Daniel (una evolución positiva que es algo
genial, fantástico, claro), junto con la necesidad de proteger su columna y su
espalda, han hecho inevitable el cambio de silla. La que han encargado
finalmente sus padres a la ortopedia de referencia no es exactamente la que
muestra las primeras fotos. Enrique, el ortopédico, ha hecho una combinación
personalizada para Daniel, acorde a sus características físicas y teniendo en
cuenta también sus problemas de columna y cadera. El asunto de las caderas
viene de lejos. En la parálisis cerebral no es infrecuente que aparezca
tempranamente la luxación de las caderas. La espasticidad muscular dificulta la
expansión natural de la estructura ósea. Por eso ahora, con el crecimiento de
la adolescencia, volvemos a encontrarnos con problemas de este tipo que afectan
a la disposición de la columna. Esperamos que con el respaldo especial de la
nueva silla se pueda evitar el corsé. Os contamos estas cosas para que se pueda
comprender medianamente que el cambio de silla no es un capricho en absoluto.
Es una necesidad imperiosa para adecuar una estructura, -que en realidad es
para Daniel como un esqueleto exterior-, a su momento vital, y para evitar que
en el futuro empeoren algunas patologías que le causen dolor.
La silla que finalmente tendrá Daniel dentro de un mes
y medio aproximadamente es un híbrido. El chasis será el mismo modelo que tiene
su silla actual, aunque de mayor tamaño, esperando que esta vez –si no se
estropea- dure algo más, pues podrá cubrir los años inmediatos, durante los
cuales Daniel aún puede crecer, y resistir alguno más, con la estatura ya
estabilizada. De otro fabricante vendrá el cabezal y cinturón pélvico, de otro
el reposapiés, y finalmente asiento y respaldo serán los que muestran las fotos
del comienzo y viajarán desde Nueva Zelanda. Al final, la cuenta será de unos
8.000 €. Vamos, igual que un Kia
Picanto, una plaza de garaje según algunos anuncios, o más de lo que hay que
invertir para abrir un negocio en algunas franquicias. Aunque el “concepto” no
tiene nada que ver, claro. Con un poco de suerte, la Seguridad Social abonará
una parte del coste dentro de un par de años, y con otro poco de suerte dicha
ayuda será aproximadamente una quinta parte del coste.
A Daniel ya le han dicho que tendrá silla nueva. El
sigue contestando que no. Pero seguro que cuando esté sentado en ella tan
cómodamente y bien posicionado como se le ve en las imágenes del principio,
vuelve a sonreír igual que lo hizo el día de la prueba.
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