Escena 1.
Vestíbulo de la casa familiar; en el momento antes de salir de casa a hacer algunos recados:
- Inma: ¿Has cogido merienda para Daniel?
- Jorge: Sí, no sé lo que querrá: he cogido yogur y natillas.
- Daniel: aa-ti--llas...
- Jorge: Vale, natillas; pero llevo el yogur, por si acaso.
- Daniel: aa-ti--llas...
Escena 2.
Garaje del edificio donde vive la familia Miñana/Rincón; Jorge termina de aparcar la monovolumen:
- Daniel: Pa-pa, a-be
- Jorge: ¿Qué quieres Daniel?
- Daniel: Pa-pa, a-be
- Inma: ¿Qué dices, Daniel , quieres que papá abra el coche?
- Daniel: iiii-iii
Un par de escenas muy anodinas, ¿no?. Un par de momentos propios de la cotidianeidad más cotidiana en la vida familiar, ¿no? Pues, no, no tanto.
Es lo que tiene convivir con Daniel. Convivir con cualquier crío que al crecimiento propio de la infancia, tenga que añadir un sobreesfuerzo continuo que nunca sabemos cuando veremos fructificar o manifestar sus logros. La vida con Daniel está, para quienes comparten más tiempo con él -que son sus padres-, llena también de sobreesfuerzo. Pero igualmente de recompensas. La vida cotidiana es una carrera de obstáculos, sí; mas en ella se aprecian y se valoran muchísimo las cosas que se van consiguiendo. La vida tiene más vida, sin duda.
Estas dos escenas que os hemos contado hay que traducirlas más o menos así: en ambas Daniel se ha mostrado capaz de iniciativa propia e independiente a la hora de expresarse. En la primera el diálogo se establece primero entre sus padres; pero él, sin que se le pregunte directamente, expresa su preferencia: muestra su voluntad. Mostrar esa voluntad y ser capaz de expresarla al vuelo en un momento del transcurso hogareño sin más, es muy importante: quiere decir que Daniel recibe bien y rápido la información, la procesa al instante, elabora y devuelve su respuesta: y ya es capaz de controlar medianamente su esfuerzo (grande) neurofísico para transmitir su voluntad. No ocurre siempre -seguramente porque el trabajo neurofisiológico es importante cada vez y hay opciones más cómodas, claro- pero con que vaya ocurriendo de vez en cuando es más que suficiente ahora. Con todo ello, Daniel obtiene capacidad de desarrollar nuevas actuaciones en el grupo. Eso le hace sentirse muy bien, y le estimula.
Que le estimula está claro. Cuando le repetía yo lo importante que era que hubiera !construido una frase! de manera oral con su "Papa, a-be", se puso contentísimo. Y es normal. Porque si su opción decidida por merendar natillas es algo magnífico, su demanda de que se le abra la puerta del coche, sin que haya mediado ni conversación previa entre los mayores, ni proposición ninguna hacia él, -sino simplemente porque observa que han llegado a casa y hay que bajar del coche-, todavía lo es más. Y que encima exprese oralmene un pensamiento completo, me parece genial.
Yo ya sé que muchos pensarán que estas cosas no tienen importancia. Pero para un niño como Daniel la tienen y mucha. El hecho de que Daniel vaya pudiendo expresarse nos está enseñando a los demás muchísimas cosas acerca de cómo funciona su cabeza. No es que no lo hubiéramos indagado y aprendido de otras maneras: gestualmente, proponiéndole cosas y acciones que él ha ido o no asumiendo, dándole a elegir, a través del comunicador, etc, etc. Nos podemos entender de muchas formas, desde luego. Pero lo cierto es que ahora vamos rellenando muchas zonas de un modo más seguro, más certero y además más rápido, porque Daniel expresa más, claro.
Pero no sólo se trata de la alegría de ir consiguiendo cosas, de verle crecer. Se trata además de la emoción.
Durante mucho tiempo, de una manera reiterativa yo soñaba que Daniel hablaba. En la vida real él apenas decía alguna palabra suelta. Pero en mis sueños Daniel, pequeñito, sostenía conmigo y otras personas a veces unas largas y muy bien estructuradas conversaciones, llenas de reflexiones muy inteligentes por su parte. Un día se lo conté a Inma. Y ella me dijo que le ocurría lo mismo: que soñaba que Daniel hablaba. No sé de qué índole eran sus conversaciones. Pero en cualquier caso, ambas soñábamos que Daniel hablaba. No sé tampoco si alguién de la familia le pasaba además.
Es un sueño que dejé de tener desde que se fue haciendo más fácil comunicarse con Daniel , desde que él, de una manera u otra, empezó a contarnos sus cosas. Aunque todavía queda mucho y todavía hay cosas que es complicado discernir, os aseguro que es mucho mejor hablar con él en la vida real, mucho más emocionante y rico. Mucho mejor.
Y acerca de sus sentencias sesudas: mi sobrino es realmente inteligente (y no es amor de tía). De ésto, de la inteligencia de una persona que en principio sufre un retraso madurativo, me gustaría hablar por extenso dentro de unos días. Por hoy, vamos a quedarnos con la emoción.
4 comentarios:
Emociona leer esto..y eso que me lo esperaba en cualquier momento.
Tenía que llegar.
Me lo parece o ¿lo sentís más independiente?
Sí, sí, Mima, desde luego Daniel se va definiendo cada vez más. Su dependencia física es evidente; pero paulatinamente su personalidad asoma mejor. Y éso, como dices, emociona y sabe bien. Ya lo creo.
Desde luego que es emocionante ver esos inmensos -aunque aparentemente pequeños- logros.
Hay una personalidad llena de realidades que pugna por salir de dentro de Daniel. Cuando el canal de comunicación se ensancha, aunque parezca poco, las realidades que se comunican se agigantan exponencialmente. Esa es la magia del aprendizaje del uso de herramientas sobre la adquisición de un conocimiento concreto.
Enhorabuena a todos por este nuevo peldaño alcanzado.
Y, por supuesto un gran abrazo a ese pequeño gran hombre que es Daniel.
Hola Luisa: Enhorabuena por cada pasito que avanza en el camino. Un abrazo.
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