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Daniel enciende el pebetero olímpico |
Ayer nos acercábamos a la función
de Navidad del CPEE Ángel Riviere así como un poco temblando. Ha sido nuestra última
función de Navidad en el colegio, porque el curso que viene Daniel estará ya en
la “Universidad”, como dice su madre. Daniel concluye ya este curso los tres
años de TVA, o Transición a la Vida Adulta (qué bella manera de nombrar estos últimos
años de pura vida escolar), y debe abandonar el colegio en el que ha estado
siempre, para pasar a un centro con otro régimen y que ya no dependerá administrativamente
de Educación, sino de Derechos Sociales (ya lo explicaremos bien).
Habrá tiempo en junio para agradecer
al CPEE Ángel Riviere y a toda la comunidad de grandes profesionales y mejores
personas que han enseñado a Daniel tanto, que nos han enseñado a nosotros, que
le han cuidado y le quieren tanto. Pero he aquí este adelanto, porque ayer el
colegio dedicó los minutos finales de la función a los alumnos que saldrán a
final de curso, destacando aquellas cualidades de cada uno que más le han
representado en su trayectoria de tantos años en el cole. Y echamos unas lágrimas,
claro.
Como siempre el espectáculo
teatral fue maravilloso. Lleno de imaginación, con una producción que encuentra
recursos casi de la nada y hace magia año tras año, una dramaturgia llena de
ternura, de momentos de reivindicación y de humor. Una delicia, y no sólo
porque son nuestros chicos y chicas, y porque disfrutan muchísimo encima del
escenario, están relajados, confiados, alegres (lo cual indica mucho de la buena
labor que se hace en el cole), sino porque entre todos, alumnos y profesionales,
consiguen poner en pie una verdadera función teatral, potenciando las
capacidades diferentes de cada uno, mostrándolas, haciendo que unos se apoyen
en otros.
La función iba sobre los Juegos
de Tokio. Ya el planteamiento es un hallazgo: comienza con la clausura de los Juegos
Olímpicos, y tras un breve respiro cultural con la Ceremonia del Té, asistimos
a la inauguración y desarrollo de los Juegos Paralímpicos, en los que,
evidentemente, el Ángel Riviere acapara justamente el medallero. De principio a
fin me lo pasé bomba; reí, lloré, aplaudí, grité, canté … con ellos. Todo fue rodado, bellísimo. Pero
quiero destacar dos momentos especiales para mí: la escena en que se enciende
el pebetero olímpico, porque el portador de la antorcha era … ¡Daniel!, y estuvo
espléndido, contentísimo; y el partido de baloncesto, con un cambio magnífico
de ritmo desde la trepidante narración
deportiva hasta la cámara lenta de movimientos que, acompañados por música operística
y la iluminación, nos conduce a la canasta, debajo de la cual Manuel eleva concienzudamente
su silla eléctrica hasta alcanzar la cesta e introducir el balón.
¡No queremos barreras, no
queremos impedimentos, y defenderemos siempre la diferencia porque en lo
diverso está la vida!: y eso lo saben bien en el CPEE Ángel Riviere. Gracias.
2 comentarios:
Gracias Luisa por tus palabras. Nos anima a seguir trabajando y a plantearnos nuevos retos. Un abrazo para Daniel, uno de mis mejores alumnos de mis 29 años de docencia.
Siempre gracias a vosotros. Un abrazo.
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