miércoles, 20 de noviembre de 2019

Cerebro iluminado


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En muchas ocasiones os he mostrado fotografías de Daniel sonriente y como encantado, todo atención, mientras escucha alguna pieza musical. Hace unos días leí este artículo, que habla sobre cómo nuestro cerebro se ilumina “como un árbol de navidad” cuando escuchamos música: https://www.tendencias21.net/El-cerebro-se-ilumina-como-un-arbol-de-navidad-cuando-escuchamos-musica_a45529.html

Imagen de un cerebro escuchando a Chopin


Los científicos aseguran que la música es la actividad que pone la totalidad de las áreas de nuestro cerebro a trabajar a la vez. Más de una vez, cuando observo a Daniel, a través de sus expresiones faciales y gestos corporales, seguir los desarrollos musicales, anticiparse a las variaciones de tiempo, de ritmo, me imagino esa cabeza suya llena de luminosa alegría, de incontrolables emociones o de concentrada placidez.

La música nos ha regalado uno de los caminos principales para ayudar a Daniel y ayudarnos. Específicamente la práctica muy temprana de musicoterapia (Daniel tenía apenas dos años cuando empezó y ya la profesora alucinaba con su interés y voluntad de esforzarse por sacar sonido de cualquier instrumento), las sesiones de Tomatis, y, desde luego, escuchar música constantemente, cantar, bailar, lo que se nos ha puesto por delante, han sido maneras de vehicular la comunicación con Daniel (que al principio era difícil), de trabajar con él la atención y también las emociones, que en su caso  es algo un poquito complicado.

Clase de música, en el CPEE Ángel Riviere


Claro está que nuestra práctica se ha basado en intuiciones, en observación, en rectificar lo que no funcionaba, y siempre de una forma totalmente lúdica y lo más divertida posible, adaptándonos a lo que a Daniel le resulta más cómodo, porque el carácter es un valor y, por ejemplo, al gran disfrutador de las cosas que es Daniel le puedes hacer propuestas serias, pero mejor que no sean tristes. Un síntoma de que tanto él como su supercerebro han madurado es que ahora tolera mejor la música un poco tristona, siempre y cuando la armonía, la melodía le gusten (y os aseguro que tiene una capacidad innata brutal para distinguir la calidad). El tiempo durante el que es capaz de seguir una música de estas características, sin rebotarse, es un indicio relativo de la evolución de su capacidad de controlar emociones (que es uno de los aspectos problemáticos, consecuencia del área afectada del cerebro). La tristeza no le gusta un pelo. Así que en cuanto nota que una sensación de tristeza se le puede ir de las manos y darle un mal rato, le oyes exclamar un rotundo ¡no!: momento de cambiar de pieza a escuchar, señores míos, sin dilación.

La música nos ha ayudado y nos ayuda a muchas otras cosas con Daniel. Estoy convencida de que (junto a los delfines y su lenguaje, y por supuesto, y sobre todo, gracias a los años de logopedia) tiene mucho que ver con que Daniel haya conseguido expresarse oralmente, a su manera. Cantando se relaja y si sus músculos están relajados son más controlables, también en la laringe. Cuando hace años no decía prácticamente palabra, de vez en cuando le oías acompañarte con alguna de las que formaban parte de la letra de una canción. Los pianos infantiles nos han ayudado a provocar motricidad voluntaria en sus manos; la música de baile a mover un poquito las piernas … en fin, que estaba claro, antes de poder ver imágenes de cerebros iluminados por la música, que la música ha iluminado prácticamente cada día de nuestro camino junto a Daniel.

Dejo por aquí, y como ejemplo (hay bastantes cosas útiles en la red para leer) este otro artículo, que creo bastante interesante,  sobre neurorehabilitación desde la música: https://www.neurologia.com/articulo/2018021



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