sábado, 10 de noviembre de 2018

Antisistema

Primeros compases de la  "Marcha Hungara" de Brahms, escucha número 500 mil


Bach sobre todo, pero en general la música barroca es en mi caso una puerta hacia una cierta paz; centra mi atención y me ayuda a trabajar. Lo descubrí hace ya muchos años, durante una época en que estudiaba oposiciones. A veces también lo consigue el jazz. Pero está claro que para mi sistema emocional el equilibrio (aunque sea perecedero) está asociado a la transparencia del barroco musical. Transparencia y repetición en sucesivas variaciones equivalen seguramente a un entorno confiable. Y, ¿quién no quiere o necesita, al menos alguna vez, un territorio de máxima confianza, un nido? Quizás alguien. Pero no la mayoría de nosotros humanos, tan frágiles realmente.

Daniel es muy consciente de su fragilidad en su relación con el entorno. Así que no admite demasiados trastoques ni circunstancias completamente desconocidas. Pero sobre todo precisa de la gente de su total confianza. Además practica ritos buscando la permanencia de esas condiciones óptimas en su entorno o su reaparición, si hay algo que las perturba. Ritos ligados sobre todo a la música. Por eso me acordaba de mí misma y el barroco, cuando el otro día, en el que inusualmente su padre se retrasó un poco en la hora de volver a casa, Daniel sólo parecía relajarse y tranquilizarse al cantarle casi al oído el himno del Barça (sí, ya sé), mientras le protegíamos en un abrazo. Así cenó. Y así seguimos, cambiando del himno del Barça a un juego que tenemos respecto a la musiquilla de Mercadona (sí, ya sé), hasta que llegó su padre, que en el universo de Daniel es la figura todoprotectora. ¿Por qué esas melodías? Porque las asocia, por diferentes razones, a su padre.

El asunto de la repetición como método de aprendizaje, como forma de concentración, de relajación, en definitiva de conexión con el núcleo personal individual es muy interesante. Nuestra sociedad actual tiende a olvidarlo, a enterrarlo debajo de la noción de aburrimiento y sosería. Pero creo que es injusto y torticero: al mercado no le interesa la repetición ni la permanencia, ya se sabe, propugna la obsolescencia. En este sentido, Daniel es un verdadero antisistema: porque es capaz de disfrutar de lo que ya conoce con la misma intensidad y felicidad cada vez. Me parece bárbaramente genial.




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