lunes, 3 de noviembre de 2014

Palabras y risas

Llamo por teléfono hace poco más de media hora (son las 21.35) y hablo con Inma.  Está un tanto acatarrada y a estas alturas del día las fuerzas andan minadillas, lo noto. Pero su voz pica alto de nuevo cuando contesta a mi pregunta acerca de cómo ha pasado el día Daniel. Bien, bien. Me dice. Ha estudiado a Miró. No la entiendo a la primera, se lo hago repetir. ¿El qué ha estudiado? A quien será … recalca.  A Miró. No te había entendido, digo, porque tienes voz de catarro. Pero luego pienso que quizás no la he entendido porque no me lo esperaba. ¡¡Miró!! ¡Qué bien! A ver, sé perfectamente que Daniel y sus compañeros estudian y conocen muchas cosas: geografía (continentes, países, orogenia, clima), historia, matemáticas elementales… Pero no sé por qué Miró me ha sorprendido. No es fácil estudiar a Miró. Aunque hay maneras no convencionales de hacerlo, que seguramente en este caso son las más indicadas. ¡Qué bien, Miró!

Y luego vengo hasta la mesa de trabajo y delante del ordenador empiezo a pensar en todas las cosas que ha aprendido Daniel. En todo lo que sabemos que sabe, en todas las cosas que amueblan su cerebro, y también en todas las que sabe y no conocemos. Esta sensación la he contado muchas veces, y ahora lo vuelvo a hacer para dejar constancia del enorme trabajo realizado por Daniel, de cómo, a pesar de que seguramente no obtiene de nosotros ni de su entorno social toda la respuesta que su crecimiento interior merecería (entre otras razones porque las dificultades de comunicación complican recorrer el camino de ida y vuelta de los mensajes, aunque hayamos todos, él y nosotros, aprendido a encontrar maneras y formas de sortear en buena parte esas complicaciones), sin embargo él no ceja en su curiosidad, de atesorar nuevas informaciones, nuevos conocimientos, y disfrutando con ello.

Para quienes le rodeamos es siempre una alegría extremadamente satisfactoria verle hacer sus propios razonamientos, con su propio punto de vista, lo cual requiere una compleja operación reflexiva, aunque aparentemente pueda parecer simple. Pongo un pequeño ejemplo. La mañana del día de Halloween, Daniel se despertó ya ensayando sustos de cara a la jornada escolar. Espero en silencio a que llegara su cuidador Fernando para colocarle uno de esos sustos, y a continuación exigió ver durante el desayuno un episodio de Little Einsteins donde se dan muchos sustos porque hay que curar un caso de hipo.  Y lo exigía precisamente diciendo “Hipo-hipo”.

Cuando Daniel era muy pequeño, le escribí un poemilla en tono pretendidamente ingenuo e infantil, contando precisamente que quizás él no pudiera hacer muchas cosas como correr, saltar, caminar, o hablar, pero entonces, decía yo, su risa, siempre espléndida y pronta, era para nosotros la que nos guiaba en muchas decisiones, en muchas tareas, sobre todo a la hora de calibrar su bienestar, que es siempre cuestión central entre nosotros. Su risa sustituyó durante mucho tiempo a sus palabras. Hoy, que Daniel estudia a Miró y que, cuando mañana yo le pregunte como una tía pesada, que qué tal los cuadros de Miró, si le gustan, qué que colores tienen, etc., y me conteste a su manera que sí, que molan, que rojo, que azul …. me he acordado de ese poemilla. Hoy, el adolescente Daniel ya no prodiga tantas carcajadas ni tan interminables como eran a veces sus ataques de risa de niño. Pero sigue riendo y haciéndonos reír, y además ha crecido en medias sonrisas inteligentes, en risillas bromistas y otras algo vergonzosas también, y sobre todo ha cambiado algunas de aquellas carcajadas por un montón de palabras que quizás, aunque las soñábamos – y esto es literal- nunca nos atrevimos a pensar que fuéramos a oírlas ni que fueran a ser tantas. Son palabras de Daniel las que hoy ya nos cuentan las mil historias que de pequeño nos contaba su risa.

Daniel en las pasadas Fiestas del Pilar


Este es el poemita que entonces escribí. Me da bastante rubor reproducirlo. Pero no importa. Quizás pueda servir a alguien como a nosotros, al menos a mí, creo que nos sirvió entonces:


Todas las cosas que puede hacer Daniel


Tu risa trota por los jardines y las horas,
ata los vientos del carrusel,
y agita el mar para que yo me ría.

Tu risa trepa a las nubes, con el sol
se enreda y juega al escondite,
pisa los charcos y se desliza
por el tobogán del tiempo.
Tu risa se encabrita, caballito,
molinillo que en el aire persigue
mis palabras como a un pájaro.

Tu risa cuenta mil historias, mil
deseos, y no para de la mañana
a la noche. Es música entre
tus dedos y habla con mis orejas,
y vuela de ventana en ventana
como los héroes y las leyendas.

Tu risa corre como un río y salta
entre los árboles horadando
las lágrimas que no deseo.
Tu risa pronuncia nuestros nombres
y nos recibe con tanto amor
que poco más importa que quererte.

Tu risa trae de la mano
entero al mundo porque tu risa
es nuestra casa y nuestra respiración.


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