miércoles, 23 de noviembre de 2011

Fútbol adaptado, el castillo de Loarre y la tortilla de patata en el día del cumpleaños de mamá

Tenía pensado que este post contará algo de la afición de Daniel a las grandes superficies comerciales, que es un tema muy de psicología infantil (a todas las edades), pero la actualidad manda, que suele decirse. Me explico.

Como todos los días, el cuaderno escolar de idayvuelta venía ayer por la tarde con sugerentes anotaciones por parte de Virginia, la profesora de Daniel. Apuntaba un montón de actividades  diversas que hay previstas de aquí al término del presente trimestre (entre ellas teatro en el vecino centro cívico municipal Teodoro Punter, donde también tendrá lugar la representación de Navidad el día 19 de diciembre).

Contaba además el cuaderno que por la mañana habían tenido partido de fútbol adaptado; partido que Daniel había disfrutado de manera muy entregada: de hecho él nos dijo a continuación que había metido un gol, pero habría que cotejarlo con fuentes solventes, porque Daniel en esto del fútbol tiende a ser un poco fantasmilla... 

Otra cosa que nos decía Virginia en el cuaderno es que, como este trimestre han estado investigando acerca de los castillos, habían hecho en clase un sorteo de algunos de los más relevantes castillos entre los alumnos y a cada uno le había tocado ser rey y señor de uno de esos castillos; en concreto a Daniel le correspondió el supercastillo de Loarre.

Esto de los castillos medievales y la época medieval en general tiene fascinado a Daniel; sobre todo los castillos. Muchas tardes buscamos algunos videos y vamos viendo qué partes tiene el castillo, cómo son las murallas, el foso, el puente levadizo, las torres, las almenas...; especialmente las reconstrucciones en 3D le impresionan muchísimo. También hemos visto vídeos sobre caballeros y la caballería, las cruzadas.... Así que ayer, como le había tocado ser el rey de Loarre, buscamos vídeos de este castillo y nos vimos un buen puñado: Daniel estaba encantado de pasar revista a sus posesiones una y otra vez: el camino de subida, las escaleras de entrada, la torre vigía, la muralla, el patio, la vista hermosísima a los pies del castillo... Ibamos contando cosas sobre cómo sería vivir en ese fantástico castillo en el medievo y también vimos algunos trozos de películas que se habían rodado allí: un castillo tan especial ha de salir en las películas, claro. El momento culminante fue cuando llegó su padre a casa y evidentemente Daniel tuvo que enseñarle "su castillo":  qué nervios, qué risas, qué saltos... Su padre diciéndole que a qué esperaban pues para irse a vivir allí, con semejante posesión, y Daniel partiéndose de risa, y asegurándole a su padre que además también tenía tierras... claro.





Mientras todo esto pasaba a lo largo de la tarde, Daniel me había llevado varias veces a la cocina para comprobar cómo su madre preparaba una supertortilla de patata que le había prometido para cenar. Estamos en una época en la  que la tortilla de patata se ha convertido en la cena preferida por el chiquillo. En realidad es el bocadillo de tortilla de patata y pan con tomate (a veces acompañados de algún otro elemento como queso o jamón de york). Por casualidad hicimos la prueba un día y desde entonces poco a poco esto del bocadillo va ganando puntos a la hora de cenar. Se trata de un bocadillo a la última, deconstruído claro, pasado todo por la batidora, y está buenísimo desde luego. Y como siempre no hay como el interés por algo para espabilar: Daniel dice ya tortilla con toda claridad. Cuando ayer su madre se la ofreció, el chaval le lanzó unos besos maravillosos. Y yo le prengunté si eran esos besos de felicitación porque era el cumpleaños de mamá (que lo era). Y él dijo: tortilla.

(Bueno, aclaremos en su favor que le había felicitado ya por la mañana y que cuando bajó del autobús también lo había vuelto a hacer, porque la verdad es que Daniel es un niño super-cariñoso y super-emotivo y esas cosas no se le pasan nunca)





viernes, 11 de noviembre de 2011

Daniel, si no levantas la cabeza...





Como todos los años, este también tocaba visita a la Granja Escuela. La visita estaba programada para el jueves día 3 de Noviembre y Daniel por supuesto estaba emocionadísimo. Estuvieron el día anterior en clase contando lo de la granja y Virginia me dijo que se había puesto super nervioso y muy contento pero que había un pequeño problema y es que se había portado regular. Tanto en la comida como en clase, no paraba de bajar la cabeza y no hacer caso de nada, así que en la nota que me puso en el cuaderno me dijo que yo le tenía que decir a ella cómo se había portado por la tarde, ya que si yo le decía que se había portado mal, no tocaría el conejo de la granja.

Por supuesto Daniel volvió del colegio en un plan parecido al que había estado el resto del dia; como era miércoles tocaba clase con Elena y se portó regular tirando a cabezón: porque ahora no me apetece hacer esto y hay que hacer lo que a mi me apetezca y así, pero descubrimos las dos que la amenaza de no tocar el conejo surtía efecto.

Tan pronto como bajaba la cabeza una de las dos le decía: " Daniel, como no subas la cabeza mañana no tocas el cone...." y antes de acabar la frase la cabeza de Daniel estaba tiesa como un palo. Como vi que aunque fuera a base de amenazas me hacía caso, evidentemente le puse una nota a Virginia en el cuaderno al día siguiente diciendole que podía dejarle tocar el conejo porque no se había portado demasiado mal y que había funcionado la amenaza.

Llegó el día de la excursión. Chispeaba un poquito pero no era gran cosa cuando Daniel se fue, y se iba todo bien equipado (le puse un chubasquero enorme que compré hace tiempo en el Decathlon y que le cubre la silla también). Supuse que aunque lloviera, irían a la Granja porque los meterían en algún cobertizo o yo que sé, no he estado nunca, pero pensé que irían a pesar de la inclemencia del tiempo.

Por supuesto y como los que vivis en Zaragoza sabreis, ese día cayó un agua bastante abundante, y yo no hacía mas que acordarme de la excursión y de preguntarme que tal se lo estaría pasando a pesar de la lluvia, aunque a Daniel le encanta mojarse con la lluvia, todo hay que decirlo.

Pues llegó la hora de recogerlo a la vuelta y cuando bajó del autobús, la tonta de su madre, o sea yo, le pregunté lo primero que si había tocado el conejo y que tal se lo habia pasado.

Lo único que hizo fue chillarme y enfadarse conmigo hasta el punto que no me dejaba casi ni escuchar mis propios pensamientos. Despues de intentar explicarme y decirle varias veces: "Pero chico, dime que tal te ha ido, que no se que te pasa, ¿Has visto el conejo, has visto vacas, has visto...?", de repente la tonta de su madre, o sea otra vez yo, me di cuenta de que algo no cuadraba y miré corriendo el cuaderno, evidentemente me estaba diciendo que yo era tonta porque no habían ido de excursión y yo no hacía más que ahondar en la herida.

Lo gordo es que una vez aclarado el tema, y aqui viene la explicacion a porque me llamo yo misma tonta, es que tanto mi marido como mi madre, cuando les conté lo ocurrido, me dijeron la misma frase: " Es que eres tonta, mira que no leer primero el cuaderno para saber lo que había pasado antes de preguntarle...claro, el chico tenía razón en enfadarse contigo y ha hecho muy bien".

Menos mal que esta semana todo se ha arreglado, cambiaron la excursión al martes pasado día 8, esperando que ésta vez no lloviera y lució un sol estupendo. Daniel esta vez sí que volvió contento incluso diría yo que se pitorreó de mí un poquito, ya que la tonta de su madre, o sea yo, le preguntaba de que color era el conejo, la vaca, la oveja etc etc y evidentemente Daniel debió pensar, "mi madre es tonta y no lo sabe" porque todo el rato me contestaba "azul, verde o rojo" (a-bu, er-e, o-o) hasta que al final me decía blanco o marrón, salvo el cerdo sí que me dijo (o-sa) osea "rosa"a la primera. Por supuesto, tocó el conejo, tocó la gallina, vió nacer un pollito y montó en burro.

En fin, aqui os dejo unas fotos a ver si os gustan y ah! he de decir que si, el que esta montado en el burro es Daniel, y no, no esta trucada la foto ni se ha tragado un palo de escoba ni nada parecido, simplemente no hay como que algo te guste y te motive, para hacer por un momento lo que deberías hacer contínuamente, es decir, levantar la cabeza.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Yo: Daniel, c´est moi

Siempre lo digo: por supuesto que hubiera preferido que Daniel fuera un niño sin problemas psicomotores, funcionalmente no diverso, que diríamos. ¿Cómo voy a sentir o desear otra cosa? Pero también he dicho siempre que, una vez que la vida nos sitúa en determinadas circunstancias -más o menos determinantes, o absolutamente determinantes como es el caso- no queda otra que abrir bien los sentidos y la razón y aprender a vivir de una manera otra, de una de las muchas formas que hay de vivir.

Siempre lo digo: Daniel ha hecho que mis apreciaciones de la realidad se construyan con muchas más   facetas de las que era capaz de ver antes de que él estuviera con nosotros. Por ejemplo, el hecho de que el ritmo de las cosas sea más lento (en proporción a la dificultad que supone hacer algo, moverse, etc, en un ámbito en general hostil a lo diferente), me ha situado en el margen necesario para valorar mejor precisamente el mérito y el esfuerzo invertido en todos los logros que cotidianamente consideramos ya como habituales, naturalizados en nuestras costumbres y usos como si hubieran aparecido de la nada o hubieran estado desde siempre a nuestra disposición. Porque cada una de esas cosas ha costado y cuesta mucho esfuerzo, mucha voluntad común, muchos ejercicios de confianza mutua. 

Y qué no diremos entonces de las cuestiones peleadas y conseguidas en pro de la inclusión social. Para mí este concepto no se limita a la disponibilidad de los mecanismos necesarios para la atención y cuidado de las personas con diferencias, sobre todo de las personas a las que esas diferencias las sitúan en desventaja. Para mí, inclusión social supone que el común de la sociedad acepte e "incluya" en su deambular general y cotidiano la diversidad, la diferencia; y que extraiga aprendizajes  de cuanto esas  disimilitudes pueden aportar al aprovechamiento de conjunto de la sociedad, que es bastante más de lo que generalmente creemos (aunque para entenderlo sea preciso apartarse de los puros y simples  parámetros del libre mercado en cuanto mera rentabilidad -ahora ya demostrados insuficientes incluso para la supervivencia del propio mercado capitalista-).

En momentos difíciles, como los actuales de crisis (no sólo económica), lo usual y lo fácil es optar por lo más inmediato y evidentemente por la defensa de lo propio. Sin embargo, estoy  plenamente convencida de que de este atolladero gordísimo en el que estamos no nos sacarán los comportamientos de siempre. No lo sé explicar; no tengo claros los componentes de lo que está sucediendo en esta vicisitud histórica ni de lo que nos espera en el futuro. Pero tengo la intuición de que necesitamos otros valores; de que sin arriesgarnos, sin generosidad, sin imaginación no saldremos bien del embrollo. Un mundo global, multi-total, absolutamente interrelacionado, horizontal, no puede evolucionar  desde y con propuestas heredadas de épocas que se fundamentaron en realidades completamente distintas. 

Entre las muchas cosas que están sucediendo hay un hecho incontestable: no sirve ya el tradicional contrapeso socio-histórico al que estábamos acostumbrados, transitando por momentos alternos de predominio de las iniciativas individuales o de las colectivas (o de drástica y radical pugna entre ellas en un mismo momento histórico, como fue el teatral periodo de la Guerra Fría). Estamos instalándonos en escenarios en los que cada individuo reclama su espacio como entidad única, en el que muchos lo consiguen efectivamente, siendo preciso al mismo tiempo encauzar y organizar  las nuevas formas de socialización múltiple que van apareciendo. Hay que dar salida adecuada a cada conciencia, a cada uno de nosotros. Necesitamos volvernos seres empáticos, porque  no podemos permitirnos desperdiciar las posibilidades de tanto potencial diverso interactuando. Necesitamos crear condiciones en las que cada uno de nosotros tenga realmente un sitio y se sienta él mismo.

Hasta hace poco, cuando a Daniel le preguntabas por ejemplo lo que le preguntó ayer por la mañana su madre (¿quién va hoy a la Granja-Escuela en Movera a tocar al conejo y a montar en el burro?), Daniel respondía siempre:  Da-ni-el; refiriéndose a sí mismo en tercera persona. Lo hacen lo niños pequeños muchas veces (pensadlo), mientras dura el proceso de formación de su identidad y se van reconociendo en los diferentes contextos. Pero ayer, ante esa pregunta, Daniel respondió con rotundidad: YO. Y como nos dijo en la última consulta el doctor Valdizán (de él hablaremos un día, dentro de no mucho tiempo): es importantísimo que Daniel sea consciente de sí mismo y desarrolle su personalidad, es lo más importante.

Es esencial para todos que Daniel y otros muchos tengan un lugar propio y común donde comunicar esa identidad y  consciencia de sí mismos. Y éso sólo lo podrán hacer si conseguimos mecanismos sociales de empatía. Y por eso no estoy dispuesta a que ninguna crisis económica y las excusas que ella genera arrasen con el trabajo hasta hoy realizado y anulen las posibilidades de futuro (que todavía queda mucho por hacer). 

Entre otras cosas porque existe la fragilidad. En momentos de fortaleza y abundancia nadie piensa en la fragilidad. Pero la fragilidad forma parte de cada uno de los seres humanos, de la naturaleza. Y yo puedo ser  Daniel en cualquier momento.



jueves, 3 de noviembre de 2011

La pizarra digital

Cuando estábamos preparando 3Escribit2011 intercambiamos un par de correos con Paul Boutroux, director de PBX Tecnologías-La Pizarra Digital (www.lapizarradigital.es). En uno de esos correos me comentó que al día siguiente tenía una reunión con Yolanda, la directora del CPEE Ángel Riviere (que como ya sabéis trabaja habitualmente con pizarras digitales). Ayer en Heraldo Escolar publicaron la siguiente nota de Paul Boutroux, que quiero reproducir porque me parece de un interés general:



Alumna del CEIP Calixto Ariño utilizando una de las pizarras digitales del Ángel Riviere el Día del Cuento (3Escribit2011)


La semana pasada estuve una tarde con Yolanda Varona Castán, directora del colegio de educación especial Ángel Riviere, de Zaragoza, para preparar un proyecto que comentaré más adelante.

Su centro utiliza pizarras digitales interactivadas desde hace más de tres años y creo que vale la pena compartir aquí los comentarios que hizo:

"Las pizarras facilitan el trabajo para niños con dificultades motoras ya que les confiere mayor autonomía e independencia.

Los niños pueden realizar en la pizarra táctil todo lo que nosotros podemos hacer con el teclado, el ratón o útiles como pinceles, lapiceros...

Algunos programas les permiten pintar con diferentes técnicas solo con su mano, desarrollando tamibén su creatividad.

Con los programas que permiten elaboran cuentos, los niños desarrollan la comunicación, el lenguaje oral y la narración.

Podemos usar cualquier aplicación y accedemos a cualquier sitio web, siendo un recurso muy útil

Empleamos mucho las pizarras para actividades de lenguaje y otras áreas curriculares, de comunicación a través de tableros interactivos, de música (tocando hasta el instrumento más complicado en la PDI)... todas ellas muy variadas

Usamos tanto las pizarras en trabajo individual con un niño como en grupo con toda la clase."

Cabe decir que esta conversación y esta experiencia son para mí de las más satisfactorias, porque he visto y he vivido de cerca cómo las herramientas y los recursos ayudan a los niños a progresar.

Paul Boutroux