Ayer fue un día Expo-familiar. Estuve en la Expo de Zaragoza un par de ratos largos: por la mañana y por la tarde, acompañando a Daniel, sus padres y su abuela materna. Hizo un día estupendo para andar de pabellón en pabellón y disfrutar las renovadas orillas del Ebro. Un día más primaveral que canicular: nada de calor, buen cierzo aliviador, casi fresquito.
Yo tenía interés en comprobar de forma personal cómo funcionan los servicios preparados para las personas con diversidad funcional o con alguna limitación de movilidad, por la razón que sea. Y si no hubiera sido por un incidente a la hora de ir a comer, el balance de todo el día sería muy notable. Aunque, de todas formas, hay que reconocer que las medidas adoptadas en sí para facilitar la estancia en el recinto de las personas con discapacidad, objetivamente consideradas, son adecuadas. Resulta un tanto penoso comprobar, una vez más, que a menudo los problemas vienen de la falta de sensibilidad y capacidad de resolución de las personas.
El coste de la entrada de acceso a la Expo para una persona con discapacidad se beneficia de un descuento. A ello hay que añadir como ventaja, en el caso de que el baremo de discapacidad reconocido supere el 65%, que la entrada para un acompañante es gratuita.
Hay varios Centros de Atención a la Discapacidad (CAD) repartidos por el territorio Expo. En ellos, aportando la documentación acreditativa del reconocimiento de minusvalía, se puede recoger un ticket que sirve para que la persona con discapacidad y dos acompañantes puedan entrar a los distintos pabellones sin necesidad de guardar fila. La organización de las zonas de ubicación de sillas de ruedas, en el caso de los pabellones donde hay audiovisuales o espectáculos, depende ya de cada uno de ellos. Japón tiene el asunto muy bien organizado.
En los CAD hay personal especializado que atiende a las personas con diversidad funcional y sus familiares, tanto proporcionando información como servicios. En ellos hay habilitadas zonas de descanso, que disponen incluso de camas. Hay que pensar que muchas de las personas con discapacidad necesitan más frecuencia de descanso y, en el caso de las personas que van en silla de ruedas, viene fenomenal un cambio de postura de vez en cuando. También hay en los CAD, entre otros servicios, una zona para cambiar pañales si es preciso y realizar un poco de aseo. Estos centros alquilan además carritos y sillas de ruedas para utilizar dentro del recinto.
El tema de los desplazamientos está bastante bien resuelto. Junto a las escaleras mecánicas, hay otros accesos con rampas mecánicas, más fáciles de usar por algunas sillas de ruedas, y ubicados en los laterales de los edificios de pabellones hay ascensores. Pasear a lo largo del recinto con la silla de ruedas de Daniel no tuvo dificultades. El acceso desde la Puerta del Ebro o el Pabellón Puente es a pie plano y fácil. Creo que se complica un poco más entrar por la Puerta de la Torre del Agua, donde hay un espacio con grava que no facilita el rodaje de las sillas de ruedas, y unas rampas un poco pronunciadas para salvar el desnivel desde la entrada hasta la pasarela que lleva al otro lado del recinto Expo
Me consta que se están produciendo situaciones de picaresca aprovechando las facilidades para entrar en los lugares de exposición. Hay que frenar esa picaresca, porque no beneficia para nada ni a la organización de la Expo ni a la necesaria concienciación social respecto a las especificidades de la discapacidad. Entiendo que no puede tolerarse que en un pabellón entren diez personas acompañando a otra con discapacidad. Y entiendo que no puede consentirse que halla personas que intenten colar el reconocimiento de minusvalía de su padre o su madre ancianos en su propio beneficio. Este tipo de actitudes no ayudan nada. Y estoy harta de ver cosas similares a diario (por ejemplo con el uso de las tarjetas de aparcamientos adaptados), Sin embargo, la organización de la Expo deberá hacer un pequeño esfuerzo más en cuanto a la sensibilización del personal y voluntarios para discernir momentos y lugares para aplicar normas a rajatabla, o no.
A la hora comer se organizan verdaderas colas para bajar a los restaurantes de las Comunidades Autónomas españolas. Toca esperar. Si se usa el ascensor (reservado para carritos y sillas de ruedas) no hay que hacer esa fila. Y no me parece con demasiado sentido que a la hora de bajar a comer se separe al grupo de personas que van con la persona con discapacidad, sobre todo si son dos o tres personas nada más. La voluntaria que cuidaba el acceso no permitió ayer pasar en el ascensor con Daniel sino a una persona. Al final conseguimos que dejara bajar también a la abuela de Daniel, que no se encontraba físicamente en situación de esperar la fila. Lo flagrante es que al cabo de los diez minutos de cola que tuvo que hacer el padre de Daniel para acceder al comedor y reunirse con su familia, delante de él un grupo de varias personas saltaban la cadena de seguridad para seguir a una única persona que había guardado fila. La voluntaria no reaccionó. Seguramente ni pudo hacerlo. Seguramente ni lo intentó para ahorrarse el follón. Y puedo entender su reacción, porque es complicado en esos momentos tomar decisiones ante gente que hace fila, tiene hambre y ganas de sentarse. Pero no entiendo que fuera tan tajante diez minutos antes. Y cuento el hecho simplemente porque creo que hay que ahondar un poco más en el tipo de sensibilización hacia el personal que atiende estas eventualidades (y que a lo mejor no debieran ser voluntarios, sino profesional de seguridad). Y lo digo porque hay que saber que dar de comer a un niño con parálisis cerebral en un lugar extraño, ruidoso, lleno de gente, etc, puede entrañar algunas dificultades, que se afrontan mejor entre dos personas acostumbradas a hacerlo. Por ejemplo. Y por lo menos uno debería poder explicarse.
La descrita es una situación sin más. Puede haber otras. Y al personal que está atendiendo en la Expo seguramente se le deberían haber explicado mucho mejor algunas cosas en torno a las situaciones de la discapacidad y a otras situaciones con las que pueden encontrarse. Y que conste, que suelen ser muy amables.
En fin ya sé que pido demasiado. Ah, hubo disculpas posteriores, ciertamente. Y la tarde continuó bajo el sol inusitadamente templado en julio.
Yo tenía interés en comprobar de forma personal cómo funcionan los servicios preparados para las personas con diversidad funcional o con alguna limitación de movilidad, por la razón que sea. Y si no hubiera sido por un incidente a la hora de ir a comer, el balance de todo el día sería muy notable. Aunque, de todas formas, hay que reconocer que las medidas adoptadas en sí para facilitar la estancia en el recinto de las personas con discapacidad, objetivamente consideradas, son adecuadas. Resulta un tanto penoso comprobar, una vez más, que a menudo los problemas vienen de la falta de sensibilidad y capacidad de resolución de las personas.
El coste de la entrada de acceso a la Expo para una persona con discapacidad se beneficia de un descuento. A ello hay que añadir como ventaja, en el caso de que el baremo de discapacidad reconocido supere el 65%, que la entrada para un acompañante es gratuita.
Hay varios Centros de Atención a la Discapacidad (CAD) repartidos por el territorio Expo. En ellos, aportando la documentación acreditativa del reconocimiento de minusvalía, se puede recoger un ticket que sirve para que la persona con discapacidad y dos acompañantes puedan entrar a los distintos pabellones sin necesidad de guardar fila. La organización de las zonas de ubicación de sillas de ruedas, en el caso de los pabellones donde hay audiovisuales o espectáculos, depende ya de cada uno de ellos. Japón tiene el asunto muy bien organizado.
En los CAD hay personal especializado que atiende a las personas con diversidad funcional y sus familiares, tanto proporcionando información como servicios. En ellos hay habilitadas zonas de descanso, que disponen incluso de camas. Hay que pensar que muchas de las personas con discapacidad necesitan más frecuencia de descanso y, en el caso de las personas que van en silla de ruedas, viene fenomenal un cambio de postura de vez en cuando. También hay en los CAD, entre otros servicios, una zona para cambiar pañales si es preciso y realizar un poco de aseo. Estos centros alquilan además carritos y sillas de ruedas para utilizar dentro del recinto.
El tema de los desplazamientos está bastante bien resuelto. Junto a las escaleras mecánicas, hay otros accesos con rampas mecánicas, más fáciles de usar por algunas sillas de ruedas, y ubicados en los laterales de los edificios de pabellones hay ascensores. Pasear a lo largo del recinto con la silla de ruedas de Daniel no tuvo dificultades. El acceso desde la Puerta del Ebro o el Pabellón Puente es a pie plano y fácil. Creo que se complica un poco más entrar por la Puerta de la Torre del Agua, donde hay un espacio con grava que no facilita el rodaje de las sillas de ruedas, y unas rampas un poco pronunciadas para salvar el desnivel desde la entrada hasta la pasarela que lleva al otro lado del recinto Expo
Me consta que se están produciendo situaciones de picaresca aprovechando las facilidades para entrar en los lugares de exposición. Hay que frenar esa picaresca, porque no beneficia para nada ni a la organización de la Expo ni a la necesaria concienciación social respecto a las especificidades de la discapacidad. Entiendo que no puede tolerarse que en un pabellón entren diez personas acompañando a otra con discapacidad. Y entiendo que no puede consentirse que halla personas que intenten colar el reconocimiento de minusvalía de su padre o su madre ancianos en su propio beneficio. Este tipo de actitudes no ayudan nada. Y estoy harta de ver cosas similares a diario (por ejemplo con el uso de las tarjetas de aparcamientos adaptados), Sin embargo, la organización de la Expo deberá hacer un pequeño esfuerzo más en cuanto a la sensibilización del personal y voluntarios para discernir momentos y lugares para aplicar normas a rajatabla, o no.
A la hora comer se organizan verdaderas colas para bajar a los restaurantes de las Comunidades Autónomas españolas. Toca esperar. Si se usa el ascensor (reservado para carritos y sillas de ruedas) no hay que hacer esa fila. Y no me parece con demasiado sentido que a la hora de bajar a comer se separe al grupo de personas que van con la persona con discapacidad, sobre todo si son dos o tres personas nada más. La voluntaria que cuidaba el acceso no permitió ayer pasar en el ascensor con Daniel sino a una persona. Al final conseguimos que dejara bajar también a la abuela de Daniel, que no se encontraba físicamente en situación de esperar la fila. Lo flagrante es que al cabo de los diez minutos de cola que tuvo que hacer el padre de Daniel para acceder al comedor y reunirse con su familia, delante de él un grupo de varias personas saltaban la cadena de seguridad para seguir a una única persona que había guardado fila. La voluntaria no reaccionó. Seguramente ni pudo hacerlo. Seguramente ni lo intentó para ahorrarse el follón. Y puedo entender su reacción, porque es complicado en esos momentos tomar decisiones ante gente que hace fila, tiene hambre y ganas de sentarse. Pero no entiendo que fuera tan tajante diez minutos antes. Y cuento el hecho simplemente porque creo que hay que ahondar un poco más en el tipo de sensibilización hacia el personal que atiende estas eventualidades (y que a lo mejor no debieran ser voluntarios, sino profesional de seguridad). Y lo digo porque hay que saber que dar de comer a un niño con parálisis cerebral en un lugar extraño, ruidoso, lleno de gente, etc, puede entrañar algunas dificultades, que se afrontan mejor entre dos personas acostumbradas a hacerlo. Por ejemplo. Y por lo menos uno debería poder explicarse.
La descrita es una situación sin más. Puede haber otras. Y al personal que está atendiendo en la Expo seguramente se le deberían haber explicado mucho mejor algunas cosas en torno a las situaciones de la discapacidad y a otras situaciones con las que pueden encontrarse. Y que conste, que suelen ser muy amables.
En fin ya sé que pido demasiado. Ah, hubo disculpas posteriores, ciertamente. Y la tarde continuó bajo el sol inusitadamente templado en julio.
5 comentarios:
Eso que dices de la "picaresca" siempre tiene que acabar pasando... no es por echarme flores, pero yo no sería capaz de llegar a una cola y colarme (valga la redundancia) sin más... por una simple cuestión de respeto y consideración a los que llevan ahí un siglo esperando, y porque a nadie le gusta cuando se lo hacen.
Es que vaya morro.
Besos.
Rosa.
Hay que ver lo terrible que son las colas en sitios así. Y mucho más cuando hay quien se cuela.
Quizás haya que extremar la vigilancia y flexibilizar las normas para evitar la picaresca en la medida de lo posible.
Por lo demás me alegro de que toda haya salido bien.
Besos.
Lo malo de estas situaciones es que no se pueden controlar todos los casos, y a menudo se producen experiencias desgradables, más por agravios comparativos que por el hecho en sí, que podría ser subsanado con un poco de voluntad y de sentido común, sin más.
Pero bueno, la verdad es que el nivel de atención en el recinto está bastante bien, en general.
Hola.
De eso, de aprovecharse de una silla de ruedas en las colas se habló el otro día en el programa de radio Estudio de Guardia, de esa escena surrealista de una silla de ruedas y tropelía de acompañantes pasando por delante de tu tiempo de espera y no, no beneficia.
Con respecto a las rampas y escaleras mecánicas el otro día me preguntaba, quizás sea un tontería, ¿por que no colocan todos los accesos mecánicos en forma de rampa? A los discapacitados se les aumenta las posibilidades de movilidad y a los demás supongo que nos da igual escalera o rampa, pero no se, un pensamiento tan simple me da que tiene que ser erróneo.
Salu2 Córneos.
Tienes total razón en ambos asuntos, Javier.
Besos.
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