Lunes, más o menos siete de la tarde. Llega Jorge al Centro Ortopédico, donde llevamos toda la tarde Daniel, Inma y yo. Enrique ha estado haciendo los diversos ajustes necesarios a la nueva silla de ruedas de Daniel para que esta le encaje a medida: altura de respaldo, altura y aproximación del cabezal, apoya-brazos, altura de los reposapiés, colocar cintas traseras a los reposapiés, colocar protecciones en las barras de la silla a las que esta tendrá que ir anclada, cuando la llevemos en el coche, o vaya en el autobús del colegio...
A Daniel se le ve bien en su silla nueva. Esta contento. Cuando llega su padre, este le pregunta:
- Daniel, qué tal, ¿estás cómodo?
- Mucho, responde Daniel.
Y yo veo la cara de su padre, y veo la cara de su madre. Bien. Bien. Ese "mucho" ha sido tan espontáneo, tan claro... Tenía ganas de silla nueva. Al llegar a la ortopedia, han intentando gastarle una broma:
- Uy, Daniel, ¿estás seguro de que ha llegado la silla nueva? No sé, no sé...
- Síii
- ¿Cómo lo sabes? ¿Quién te lo ha dicho?
- Jorge
En efecto, porque su padre ya había acudido a inspeccionar previamente la silla el jueves pasado, y cuando llegó a casa le dijo a Daniel que su silla roja (son rojas varias de las barras del chasis) ya había llegado a la ortopedia, y que había quedado con Enrique que el lunes siguiente iríamos a buscarla.
- ¿Te parece bien el lunes, puedes esperar?
- No
Pero no podíamos ir antes, así que...
El No. Ese no es otra conquista. Una conquista difícil. Durante mucho tiempo, Daniel ha estado utilizando sin problemas el "sí", pero echando mano del silencio cuando su respuesta era "no". Después conseguimos todos, nosotros y él, que utilizara el "no" si ponías ante él la elección:
- ¿Daniel, quires esperar hasta el lunes, sí o no?
- No
Hubiera sido no hace mucho la fórmula. Pero ahora ya el "no" es espontáneo. Y el primero en pagar sus consecuencias ha sido Fernando, el monitor de FEAPS que ya ha llegado para ayudar en las mañanas. Seguro que ayer se dio perfecta cuenta de que Daniel es muy muy exigente. El primer día lógicamente Fernando tuvo que ir preguntando, viendo cómo hacía las cosas Inma, etc. Daniel, que también es desconfiado (no es extraño, teniendo en cuenta su total dependencia), no suele ponerlo fácil a los recién llegados, por muy buena voluntad que ellos tengan, cariñosos sean o pacientes. Así que, cuando ya habían sentado a Daniel en su silla, me cuenta Inma que Fernando, con toda ternura le pregunta si lo había hecho bien:
- No.
Castigador, el muchacho. Pero seguro que se acostumbra poco a poco, pues además comparten afición por el baloncesto. Y el trato con otro individuo masculino también le vendrá muy bien. Poco a poco. De momento Fernando no se ha dejado impresionar y eso a Daniel le gustará, seguro, aunque hoy no haya dejado de asegurarse de que la presencia del nuevo monitor no significaba la ausencia de su "madre", que es como llama a Inma cuando quiere tocar la fibra sensible de la responsabilidad de ella.
Día, ayer lunes, de novedades, pues, como veis. Monitor y silla nuevos. Dos temas sumamente importantes.
Os dejamos unas fotos de la sesión de ajuste de silla. En ellas faltan los reposapiés, que estaban en ese momento en el taller. Ah, una observación importante: el cabezal nuevo ha perdido sus alas laterales. Daniel ya no las necesita, porque su control cefálico ha avanzado bastante. Así puede mirar mucho más libremente alrededor (por eso su ademán de inspección ocular) y ampliar su control natural de observación propia.
1 comentario:
Me alegro mucho por los cambios y avances de Daniel. Un saludo!
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