Hoy, 28 de agosto, ha sido el cumpleaños de Pilar, la abuela materna de Daniel. Sé que han estado celebrándolo, y eso está bien. Sé que Daniel se ha comportado muy bien durante la comida. Y eso también está muy bien. Porque las vacaciones son largas, y a veces es complicado adecuar este largo periodo a las actividades que Daniel necesita. Y a veces, como todos los chavales, se aburre, se impacienta, etc. Pero me ha dicho Inma que ha sido un buen día. Está bien.
Necesitamos cosas buenas. Necesitamos momentos curativos. Necesitamos a la gente con la que estamos bien.
A Inma no le ha dado tiempo de terminar el regalo para su madre. Es este bordado en punto de cruz, en el que lleva trabajando dos meses, nada más y nada menos. A la izquierda, veis el modelo. El trabajo de Inma aún por terminar, a la derecha. Una pasada.
Inma es realmente buena bordando punto de cruz. A mi, que jamás tuve ni habilidad ni paciencia para los hilos, me parece mágico su trabajo. A menudo veo sus trabajos a medio camino, un retazo aquí, unos colores allá, y admiro el cuidado, la concentración precisa y su facilidad para ver todo el conjunto. Tenacidad. Delicadeza. La vida nos hace a todos ganar dureza y perder ductilidad. Inevitable. A Inma, que no lo ha tenido nada fácil, también. Pero sus trabajos siempre tienen una gran luz, cuidados como sencilísimas joyitas (un enorme trabajo que no debe notarse al final, como son los buenos trabajos).
Hace tiempo ya, bordó un par de barcos preciosos para la casa de la playa. Le debo colgarlos. Estos días que he estado allí me he acordado de esos barcos un montón de veces. A menudo la avalancha de acontecimientos cotidianos o extraordinarios (todo se mezcla) va relegando los detalles curativos. Y necesitamos cosas buenas. Pequeñas historias que ahuequen nuestra respiración.
P.D. No fue posible el baño que reclamaba Daniel. Tuvieron que volver de la playa. Nada serio. Pero el bañete ha quedado pospuesto, y la crónica :-))
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