martes, 3 de febrero de 2009

Paz y dolor



El miércoles pasado, 28 de enero, se celebró el día de la Paz y en todos los colegios hubo algunas cosas especiales para recordar el hecho. Al Colegio Ángel Riviere, el cole de Daniel, llegó la bruja Paz y entre ceremonia y ceremonia les dió a los chavales una pócima mágica que al beberla proporciona todas las buenas vibraciones de la paz. Y mucha magia sí que parece ser necesaria en este mundo nuestro para conseguir cachos de paz, ¡voto a...!

Tengo entendido que los chicos, como suelen, lo pasaron muy bien. Dejo una fotillo de la bruja pacificadora con Daniel.





Bien, nos ponemos un tanto más serios.

Y aprovecho que andamos dándole vueltas al concepto éste de paz - que se supone incluye los de equilibrio, armonía, entre otros- para dejar un par de enlaces entre los que saltan las chispas por sus tremendas diferencias. Lo cierto es que las contradicciones, las diferencias, nunca suelen ser pacíficas. A veces éso es positivo. No en este caso, no en este caso... Dos enlaces que refieren situaciones bien diferentes. Quiero colocarlos así, juntos, uno al lado del otro: para que seamos conscientes una vez más (nunca son bastantes) de los tremendos abismos que a menudo se abren por doquier:


- Contaba Lamima la historia de Mar, una magnífica historia sobre el esfuerzo, la normalidad y la inclusión (la buena educación, la buena escuela, titula Mima)

- Recoge Alejandra Fortunado la terrible situación por la que atraviesa Víctor, un joven con parálisis cerebral y desnutrición, a quien la falta de recursos, la falta de infraestructuras sociales, está condenando a la más tremenda de las exclusiones. Alejandra incluye un link para conocer la historia de la situación de Víctor, una de esas que duelen demasiado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joer Luisa...dicen bien: ¿como es posible que humanos del siglo XXI consistamos esto?...demonios, no tenemos perdón.
No. Me siento ridícula...(solo me salva ver aquí los ojos de Daniel, feliz..)

ybris dijo...

Nada de lo humano nos resulta ajeno.
Quizás por eso nos pase igual con lo inhumano y nos avergüence llamarnos humanos.
Te aseguro que, como dice Inmaculada, la sonrisa de Daniel resulta salvadora.
Y, por supuesto, también la de Ainhoa.

Besos

Luisamiñana dijo...

Sí, menos mal que hay sonrisas paracaídas y paraguas.