Esta mañana hemos ido a que le hicieran a Daniel la cartografía cerebral. Es ya una medio rutina. Vamos a la consulta de neurofisiología pediátrica dos veces al año, por prescripción del neurólogo de Daniel ,el doctor Valdizán. Yo soy la encargada de acompañarle durante la prueba, desde que la primera vez que lo hice el resultado de la misma fue más claro. Por alguna razón Daniel parece estar más tranquilo conmigo en esos momentos y es más fácil de ese modo obtener resultados clarificadores de cómo va evolucionando su cerebro.
Esta mañana Inma y Daniel, por un lado, y yo, por otro, hemos llegado a la planta de la consulta a la vez. Ellos por el ascensor. Yo por la escalera. Al verles, he lanzando el pertinente ¡hola!, y Daniel ha respondido con un efusivísimo y alegre ¡tía!, alto y claro.
Cosas como estas que cuento son las que hacen de Daniel una persona necesaria y lenitiva, sanadora, para mí. Pero no sólo cosas como estas, demostraciones al cabo de cariño, confianza, de complicidad por parte de Daniel, y que ni qué decir tiene son absolutamente correspondidas.
Le he vuelto a ver un rato por la tarde. Me ha encantado la decisión con que se ha tirado al suelo para ir a saludar a Silvia, la logopeda que va a casa dentro del programa de apoyo de ARAPRODE. Silvia hoy ha terminado la sesión contenta, porque Daniel ha estado alegre y participativo y ha empezado a entender que para hablar debe aprender a dejar la lengua dentro de la boca cuando lo haga. Contenta a mi vez por lo que ella contaba, he vuelto a mi casa escuchando en el coche el nuevo disco de Cristina Rosenvinge y pensando a la vez en la canción “Sol solito” (así son las cosas de diversas y coincidentes) que habíamos buscado en Internet, porque Daniel la ha aprendido en el colegio. Ni Inma ni yo la sabíamos, pero esta tarde ya la hemos podido cantar a casi trío: era una letra diferente a la que cantan en el colegio y Daniel estaba un poco despistado. De todas formas, sigue ganando la banda sonora de la Pantera Rosa, que hemos oído para cerrar la sesión musical de hoy. A Daniel le chifla.
A Daniel le debo cosas como esta tarde. Son cosas como esta tarde las que hace ya tiempo dinamitaron una buena parte de mis expectativas, de los algoritmos de mis valoraciones vitales. Los términos de la ecuación del esfuerzo por vivir cambiaron por completo. No diré que ahora estén mejor planteados. No tengo ni idea. Simplemente creo que la vida son en realidad cuatro operaciones básicas. Creo que lo demás son muletas, ortopedias, anexos, adjuntos, prescripciones, suplementos de vitaminas, a los que todos recurrimos. Y eso lo sé, lo que se dice sabersaber, por Daniel.
Esta mañana Inma y Daniel, por un lado, y yo, por otro, hemos llegado a la planta de la consulta a la vez. Ellos por el ascensor. Yo por la escalera. Al verles, he lanzando el pertinente ¡hola!, y Daniel ha respondido con un efusivísimo y alegre ¡tía!, alto y claro.
Cosas como estas que cuento son las que hacen de Daniel una persona necesaria y lenitiva, sanadora, para mí. Pero no sólo cosas como estas, demostraciones al cabo de cariño, confianza, de complicidad por parte de Daniel, y que ni qué decir tiene son absolutamente correspondidas.
Le he vuelto a ver un rato por la tarde. Me ha encantado la decisión con que se ha tirado al suelo para ir a saludar a Silvia, la logopeda que va a casa dentro del programa de apoyo de ARAPRODE. Silvia hoy ha terminado la sesión contenta, porque Daniel ha estado alegre y participativo y ha empezado a entender que para hablar debe aprender a dejar la lengua dentro de la boca cuando lo haga. Contenta a mi vez por lo que ella contaba, he vuelto a mi casa escuchando en el coche el nuevo disco de Cristina Rosenvinge y pensando a la vez en la canción “Sol solito” (así son las cosas de diversas y coincidentes) que habíamos buscado en Internet, porque Daniel la ha aprendido en el colegio. Ni Inma ni yo la sabíamos, pero esta tarde ya la hemos podido cantar a casi trío: era una letra diferente a la que cantan en el colegio y Daniel estaba un poco despistado. De todas formas, sigue ganando la banda sonora de la Pantera Rosa, que hemos oído para cerrar la sesión musical de hoy. A Daniel le chifla.
A Daniel le debo cosas como esta tarde. Son cosas como esta tarde las que hace ya tiempo dinamitaron una buena parte de mis expectativas, de los algoritmos de mis valoraciones vitales. Los términos de la ecuación del esfuerzo por vivir cambiaron por completo. No diré que ahora estén mejor planteados. No tengo ni idea. Simplemente creo que la vida son en realidad cuatro operaciones básicas. Creo que lo demás son muletas, ortopedias, anexos, adjuntos, prescripciones, suplementos de vitaminas, a los que todos recurrimos. Y eso lo sé, lo que se dice sabersaber, por Daniel.
La pantera rosa:
7 comentarios:
Sé perfectamente de lo que hablas querida, si señora.
Y cada día que pasa lo tengo más claro y esas "operaciones básicas" se van volviendo mas nítidas, más evidentes, tanto que a veces olvido como era yo en aquellos otros anhelos.
Respiro hondo para leer de nuevo este texto hermoso y te agradezco que dejes al final que disfrute de mi queridísima Pantera Rosa y pueda reir ahora en lugar de arrancar un lloro...
Emociona leerte con eso de las cuatro reglas básicas que definen la vida y dejan lo demás como muletas.
A veces el contacto con alguien "diferente" nos abre así los ojos.
Me sorprende que Daniel siga a Cristina Rosenvinge mucho más de que le guste la pantera rosa.
A mí me gusta la música de las dos.
Todo mi cariño para ese muchachote.
Besos a ti.
Y yo sé que sabes de qué hablo, Mima. Lo agradezco. Porque a menudo me ocurre que me doy cuenta que cosas que me parecen absolutamente evidentes, precisamente porque son básicas, no lo son para mucha gente. No sólo referentes al contexto de la discapacidad. Ser consciente de algunas cosas en este sentido, me ha colocado en un punto determinado respecto a casi todo lo demás. Y a veces pienso: pero si está claro que lo que importa en realidad es ésto y nada más... Luego hablo con la gente y me descubro jupiteriana... En fin. Mundos paralelos, que para éso somos humanos.
Besos.
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Gracias, Ybris. Siempre tan sim-pático y empático. Lo agradezco en lo que vale.
No, a Daniel de momento a Cristina Rosenvinge no la escucha. Me parece que es un tipo de música que no le va a gustar mucho: rechaza lo que le pone triste, y los acordes de las canciones de la Rosenvinge no son muy dicharacheros en general.
Ahora, lo de la Pink panther es una juerga para él.
Un beso.
Cuando te leo, reconozco algunos de los sentimientos que tengo cuando vuelvo a casa y me reencuentro con mi sobri o hablo con ella por teléfono. Me derrito cuando dice: "te quiero mucho".
Genial texto, Luisa... no has podido explicarlo mejor, y sí que se puede aplicar a muchas cosas... los anexos cambian (para Daniel serán ortopedia y para mí insulina, por ejemplo), pero las operaciones básicas, creo que son las mismas para todos.
Una buena tarde, y la Pantera Rosa mola.
Besos.
Rosa.
Luisa: cada detalle es un montón.
Un beso desde Buenos Aires y recen por mi abuelita Nely que se fracturó la cadera.
Cadena de oración
Los quiero
ale
Lo que me gusta del texto es que Daniel es el protagonista, el eje central de todo. Y me gusta porque su alegría, su sonrisa, su relación con los que le rodean es lo que cuenta. Cada pequeño logro, cada mejora es algo a celebrar.
Daniel tiene suerte porque sus padres, tíos, educadores y demás gente que hay alrededor se alegran con él y eso debe ser la mejor terapia. Sin ninguna duda.
No sé dónde leí que lo grave en un niñ@ no es que no hable, lo grave es que no se ria. Me da que Daniel no tiene ese problema.
AL contrario, por suerte y porque así lo han entendido los suyos.
Un beso,
Marta
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