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La tarde del día de 25 fuimos al
cine. Vimos Star Wars, con el cine bastante lleno de infantes y adultos, en una
sesión absolutamente familiar y navideña. La película importa aquí, no porque
merezca demasiados comentarios (que no), sino porque para muchos la saga forma
parte de alguna forma de las tradiciones navideñas, y sobre todo porque a
Daniel le gusta (creo que especialmente la música). Bostezó alguna vez (también
los demás), en algún momento creo que se perdía en el -llamémoslo-argumento
(también los demás), pero en general se lo pasó bien las dos horas y casi
veinte minutos de proyección, más el casi cuarto de hora previo de publicidad.
Fue una buena tarde en los cines de Grancasa.
¿Y por qué cito los cines? Porque
quiero agradecer, sobre todo al trabajador que nos acompañó hasta nuestras localidades,
su disposición y empatía. Ir al cine en silla de ruedas sigue siendo bastante
complicado. En nuestro caso, doblemente complicado, porque alguien tiene que
sentarse al lado (junto a, quiero decir, no detrás) de Daniel obligatoriamente,
y las habituales ubicaciones reservadas para las sillas de ruedas muchas veces
no lo permiten. De hecho, esta vez situamos finalmente a Daniel con su silla en
el pasillo, junto a la butaca extrema, con toda la comprensión y facilidades
por parte de este amable trabajador, que además indicaba a todos los demás
espectadores de nuestra misma fila que, por favor, dieran la vuelta para ocupar
sus localidades. Muchas gracias también a ellos.
Quiero también explicar que
elegimos los cines Grancasa, porque en el horario de tarde adecuado para las
costumbres cotidianas rutinarias (y bastante inamovibles) de Daniel eran los únicos
que, a priori, sobre la web, disponían de una ubicación mínimamente cómoda para
las sillas de ruedas. Otros cines del centro de la ciudad ofrecían a esa hora
la película en una sala de mucha capacidad, pero en la que las plazas para
sillas de ruedas estaban en la primera fila y en una esquina, o sea, lo que
nadie suele querer, y menos en una película como Star Wars. Para no faltar a
toda la verdad, quiero decir que en estos mismos cines, imposibles para nosotros
el día de Navidad, pudimos ver El Rey León hace unos meses en otra de sus
salas, sin más dificultad que la necesidad de utilizar una entrada trasera
diferente al resto de la gente, donde está el ascensor (como sabrán los
habitantes de mi ciudad esos cines del centro tienen la entrada muy, muy en
alto); igualmente quiero recordar que los trabajadores que entonces nos
acompañaron fueron super-amables. La localización de las plazas para silla de ruedas no eran tampoco de lo mejor, pero por lo menos estaban hacia la mitad del cine.
El asunto es que las salas de
cine han hecho lo mínimo para adaptarse a la normativa de accesibilidad, que
tampoco les obliga a más, claro. Que no parece que hayan preguntado qué tipo de
diversidades funcionales físicas e intelectuales pueden tener sus espectadores.
Creo que sólo han hecho un hueco en las salas para ubicar sillas de ruedas, allí
donde y cómo menos problemas y costes les suponía. Sigue habiendo escaleras en
las salas, y seguirán así, porque en salas pequeñas es complicado sustituirlas
por rampas y conservar visibilidad. Así que quizás deberían plantearse
introducir elementos mecánicos de accesibilidad, por ejemplo, o diferentes
puntos de entrada a las salas. Sé que habrá quien diga que no se ve a muchas
personas con diversidad funcional en el cine… Ya… A veces no es fácil que puedan
ir. Pero, es evidente que nadie se lo facilita demasiado, tampoco. Así que el público
con diversidad funcional es un público que seguro termina mejor viendo las películas
en su casa, claro. Y con él, quienes solemos acompañar. Y estoy hablando de la
cuestión de la silla de ruedas y de la carencia de capacidad de autonomía para
estar solo, como es el caso de Daniel, que es lo que mejor conozco. Pero en la
actualidad ya podrían implementarse soluciones tecnológicas para otras
diversidades, y nadie lo está planteando. A la larga, otro mal síntoma para el
cine como espectáculo público.
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